martes, 31 de octubre de 2017

UN 12 DE OCTUBRE EN LA VIEJA TERMINAL DE MICROS

Un 12 de octubre en la vieja terminal de micros
Raquel mira la sierra oculta por esa   lluvia que va cayendo impiadosa sobre ese fin de semana largo.
Rostros decepcionados de turistas, valijas conteniendo sueños, perros vagabundos cobijándose en la vieja terminal.
Ella  intenta inspirarse en algún poema, pero no lo consigue;  sólo fantasmas surgen en la espera.
No es que trate de inventarlos, ellos vienen solos, surgen bailoteando entre las gotas de lluvia que se unen caprichosamente al chocar contra el asfalto formando transparentes figuras de esqueletos danzantes hasta que desde el sur va formándose una franja de deslucido amarillo y los bailarines se diluyen, mientras gemidos ancestrales fluyen de las bocas de tormenta confundiéndose con algún trueno lejano que baja caracoleando de las sierras.
La invade una somnolencia que la va llevando a  un estado casi catatónico. Imágenes borroneadas de pieles morenas giran a su alrededor. Un remolino de angustias milenarias la envuelve arrastrándola a un pasado de libres praderas y cerros vírgenes de invasores.
Y ante  la mirada atónita de los turistas, la  mujer de morenos pies descalzos va fundiéndose en la bruma hasta desaparecer en la  vieja terminal de micros.


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