LA NUEVA CASA
La
estaba esperando, guardando la tibieza de los soles del este que marcaban su
rumbo entre los cristales del dormitorio.
Allá
en Piedra Blanca comenzó silenciosa la despedida. Fue cuando las rosas se
tornaron negras al tiempo en que los cerros
se iban desdibujando en el horizonte.
El
arroyo ya no acariciaba los atardeceres con fluires juguetones; se detenía en
una nada de piedras temiendo la llegada de la noche, donde ya no brillaría el
cuarzo pues la luna también había huido de Piedra Blanca.
La
luminaria mortecina de la calle, como un recuerdo presagioso en la última
visión de su noche;
La negra volanta desbocada bajo esa misma luz que sudaba un fuerte olor a miedo en
el Martín de las Escobas de la década del 40.
Ahora
todo se enmarca en la silueta de los cerros comechingones, la arboleda
perfilándose en la noche…..
No
recuerda en cambio el telón de fondo de aquel accidente del pasado, todo era
negrura; la volanta, el cielo sin estrellas, los ropajes de los espectadores. Sólo
la misma luz rojiza rodeada por un halo pegajoso de gotas daba color al
recuerdo.
Aún
los cerros convertidos en cárcel la rodeaban, pero ya se iba acortando el
camino hacia la huida.
Elegía
las calles pedregosas al dirigirse a la plaza, tratando de situarse en otra época
de pueblos olvidados.
Suspira
el seco viento del norte mientras va arrastrando el pasado hacia otros cielos.
Ella
la esperaba tan tibia como un nido. Sería su reposo antes de partir hacia otros
sueños.
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