martes, 31 de octubre de 2017

LA TIA ISABELITA

La tía Isabelita
Frío en la ciudad colándose por rendijas de puertas y ventanas. La vieja casona respira su invierno  en los pulmones de la vieja tía que deambula su ruido de chancletas entre los desolados macetones del patio.
El crujido de Infantiles pisadas deja sus huellas sobre la alfombra de hojas doradas, mientras la anciana busca la vista ciudadana tras los amarillentos visillos de voile
.- Adiòs, tía Isabelita.- la saludan los niños en  rito mañanero
La sonrisa alisa las arrugas del viejo rostro que se propone regresar  al encuentro de la vida
Las puertas abiertas del antiguo ropero tosen polillas y recuerdos.
El chal color naranja de motitas marrones, está ahí esperando cobijar con su tibieza la otrora grácil silueta
Oculto bajo el chal reluce el plateado del cofre que al caer se abre cual  caja de Pandora , echando a los aires las cartas del amor perdido de la joven que  no había logrado huir de esta vieja casona convertida en cárcel  por mandato materno, hace tantos años
La temblorosa mano sostiene el mate que burbujea susurros de amargura  hasta que en gesto de impotente adiós, es estrellado contra la pared del dormitorio

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POSTALES

POSTALES
Vuela la paja brava envuelta en remolinos de vientos pampeanos. En la  tierra agrietada del camino real se   visualiza  un mapa delimitando sueños a seguir en su trazado caprichoso
Inmensidad de campos asolados, negras nubes de langostas hieden el aire sedientas de lujuria destructiva
Y el grito de angustia se expande en un paisaje que va trocando sus verdes en grises ante el paso de la horda de insectos malolientes
Polvorientas alpargatas, negros los pañuelos cubriendo cabellos desteñidos, manos surcadas de tiempo participando en la desigual batalla.
El enemigo va devorando  sueños de doradas espigas abortando el pan de la mesa campesina.
Va cayendo la tarde en la colonia, furia y llanto, sudores resbalándose en la geografía de los curtidos rostros
Gira la calesita de sueños adelantando tiempos y van entrelazándose  pieles cobrizas y gringas en comunión infantil
Ronda de niños que cuando renazca la tierra avasallada, volverán a buscar las florcitas de nomeolvides, de verbena y a jugar al escondite en el celeste de los florecidos linos


ZAGUANES

ZAGUANES
Cual bocas sedientas se abren con música de oxidados gonces dejando entrar  misterios y recuerdos
Zaguanes de ciudad antigua testigos de romances  guardando  épocas de rondas en la plaza, de collares de perlas.
Espías de  charlas vecinales mecidas en sillones de mimbre que descansaban en las anchas veredas , bajo el perfume de las nochecitas veraniegas.
 Negros mastines protegen  dos figuras matriarcales; una meciendo a la niña. Ésta guarda esa imagen que acompaña sus miedos mientras se van espaciando las visiones con los años.
Períodos de tiempo de olvido borraron a los perros, al sonido de las botas aterrorizando la calma de las calles, al dulzón aroma de las madreselvas y al femenino taconeo de las tías visitando a la abuela.
Remolinos de angustia y miedos envuelven en su girar a los perros de la pesadilla .y los transporta ya no  más el zaguán, sino al jardín abandonado que se resiste a perecer entre invasores yuyos.
El jadeo que repiqueteaba en sus oídos despertándola con el corazón palpitante se había diluido en el transcurso de los años, de las épocas, de los recuerdos.

Los mastines, comprende ahora, eran los guardianes de una época cuyo recuerdo  serviría de respaldo y fortaleza a este presente que cual jardín abandonado volvería a florecer.

LA NUEVA CASA

LA NUEVA CASA
La estaba esperando, guardando la tibieza de los soles del este que marcaban su rumbo entre los cristales del dormitorio.
Allá en Piedra Blanca comenzó silenciosa la despedida. Fue cuando las rosas se tornaron negras al tiempo en que los cerros  se iban desdibujando en el horizonte.
El arroyo ya no acariciaba los atardeceres con fluires juguetones; se detenía en una nada de piedras temiendo la llegada de la noche, donde ya no brillaría el cuarzo pues la luna también había huido de Piedra Blanca.

La luminaria mortecina de la calle, como un recuerdo presagioso en la última visión de su noche;
 La negra volanta desbocada bajo esa  misma luz que sudaba un fuerte olor a miedo en el Martín de las Escobas de la década del 40.
Ahora todo se enmarca en la silueta de los cerros comechingones, la arboleda perfilándose en la noche…..
No recuerda en cambio el telón de fondo de aquel accidente del pasado, todo era negrura; la volanta, el cielo sin estrellas, los ropajes de los espectadores. Sólo la misma luz rojiza rodeada por un halo pegajoso de gotas daba color al recuerdo.
Aún los cerros convertidos en cárcel la rodeaban, pero ya se iba acortando el camino hacia la huida.
Elegía las calles pedregosas al dirigirse a la plaza, tratando de situarse en otra época de pueblos olvidados.
Suspira el seco viento del norte mientras va arrastrando el pasado hacia otros cielos.
Ella la esperaba tan tibia como un nido. Sería su reposo antes de partir hacia otros sueños.



UN 12 DE OCTUBRE EN LA VIEJA TERMINAL DE MICROS

Un 12 de octubre en la vieja terminal de micros
Raquel mira la sierra oculta por esa   lluvia que va cayendo impiadosa sobre ese fin de semana largo.
Rostros decepcionados de turistas, valijas conteniendo sueños, perros vagabundos cobijándose en la vieja terminal.
Ella  intenta inspirarse en algún poema, pero no lo consigue;  sólo fantasmas surgen en la espera.
No es que trate de inventarlos, ellos vienen solos, surgen bailoteando entre las gotas de lluvia que se unen caprichosamente al chocar contra el asfalto formando transparentes figuras de esqueletos danzantes hasta que desde el sur va formándose una franja de deslucido amarillo y los bailarines se diluyen, mientras gemidos ancestrales fluyen de las bocas de tormenta confundiéndose con algún trueno lejano que baja caracoleando de las sierras.
La invade una somnolencia que la va llevando a  un estado casi catatónico. Imágenes borroneadas de pieles morenas giran a su alrededor. Un remolino de angustias milenarias la envuelve arrastrándola a un pasado de libres praderas y cerros vírgenes de invasores.
Y ante  la mirada atónita de los turistas, la  mujer de morenos pies descalzos va fundiéndose en la bruma hasta desaparecer en la  vieja terminal de micros.