martes, 3 de enero de 2017

LA VENGANZA DE LA BUENA LUNA

LA VENGANZA DE LA BUENA LUNA.
Correteaba o acaso lo estaba intentando desde hace bastante tiempo, el mismo que hizo crecer cada vez más al álamo obstaculizando la vista de los cerros.  Primero me fastidió esa barrera que me impedía ver el interior de la casa; reconozco que soy curiosa pero sepan que a veces suelo aburrirme y entonces comienzo a hacer picardías. Picardías lunáticas vamos a llamarlas así, para no caer en aquello de lo sobrenatural y tal vez al aullido de los lobos que dicen se transforman con mi luz de luna llena. Siempre hay algo de que culparme y en realidad no me interesa un ápice la superstición pueblerina.
Volvamos entonces al álamo y a la casa de mi tema. Cuando el frío hacía florecer las llamas que escapaban de la chimenea hacia el cielo y la noche apagaba los ruidos del tránsito, podía oír la música que iba formando la conjunción del fuego y de alguna hoja distraída que se resistía a posarse en el suelo, continuando  esa danza solitaria inspirada en los  sueños de esos seres no terrestres que se resisten a abandonar los lugares de los que fueron amos siglos atrás.
Así entonces al chocar cada vez más en mis correrías con el fastidioso álamo, me di cuenta que iban  cambiando mis sentimientos hacia él. Ahora buscaba acercarme de a poco lanzándole un pequeño guiño parpadeante para hacerle notar que ahí estaba yo muy cerca noche a noche acompañándolo.
Tardó bastante en verdad en percatarse de mis avances románticos más al tiempo noté que siempre aprovechaba el giro de algún vientecillo nocturno para estirar sus ramas y acariciarme con ellas.

Oh!! Yo era tan feliz que hasta me olvidaba de hacer esas travesuras cotidianas que me rescataban del aburrimiento de ser una luna buena, desmitificando  fantasías, pues si éstas fueran verdad sería la  luna de sangre inspiradora de alucinaciones, crímenes y transformaciones maléficas, pero yo no lo era. Sólo que a veces me escondía entre las nubes obscureciendo la noche serrana y eso no era tan trágico a mi entender.
Todo esto fue hasta la noche de la gran tormenta en que las furias abatieron a mi amante convirtiéndolo en futura leña de salamandras.
Ahora no soy más la buena luna que iluminara paisajes de poesía y jugaba al escondite con las nubes.
Soy la luna de los malos presagios que invade los sueños de la villa tiñéndolos de sangre y de aullidos de lobos cuando me convierto en luna llena
Ya la casa, que con sus luces y música solía acariciarme  en los dorados tiempos de mi romance con el álamo, se convirtió en mi enemiga al percibir que el  crepitar del fuego de la chimenea elevado hacia el cielo iba  acompañado de  los gemidos de mi amante ya convertido en leña.
Entonces convertía mis rayos lunares en pesadillas que se filtraban entre sus paredes poblándola  de aullantes fantasmas de venganza.