el llamado de Piedra Blanca
cuentos,leyendas,de lugares preferentementes del paraje de Piedra Blanca y otros lugares de la Villa de Merlo.Viajes por Cuyo y otros lugares de la Argentina
viernes, 13 de noviembre de 2020
martes, 25 de agosto de 2020
lunes, 1 de enero de 2018
CONFESIONES EN LA VILLA.
Confesiones en la Villa
Las señoras que pasaban el limosnero eran tan feas que no daban muchos deseos de colaborar con la limosna. Aparte miraban con un gesto casi aterrador, que parecía estaban descubriendo y censurando todos tus pecados.
Al ver que el negocio de la limosna y la ausencia cada vez más acentuada de feligreses se estaba volviendo problemática, el cura comenzó a buscar una solución para hacer algo innovador.
No tuvo entonces la mejor idea de convocar a un grupo de fieles seguidoras para que lo ayudaran en la tarea de la confesión, ya que parecía que su figura inspiraba demasiado respeto para que le fueran confiados los pecados
Al principio fue tomada la nueva modalidad con bastante recelo, pero con el transcurrir de los días, la población se sintió tan pesada con sus culpas que ya no podía caminar derecha por las callecitas de la villa ni dormir plácidamente por la carga que tenía que sobrellevar sin largársela al cura.
Largas las filas esperando a las nuevas sacerdotisas para obtener el perdón en los improvisados confesionarios.
Para no faltar a la verdad, deberé decir que las matronas designadas por el párroco cumplieron fielmente con la misión encomendada guardando el secreto de cada confesión, hasta que se hizo tan enorme la carga que debían portar que decidieron comenzar a lanzarlas al aire; en este caso en los corrillos de la feria, en el costurero donde se reunían a cotorrear con la excusa de confeccionar y arreglar ropa para los pobres.
Todo por supuesto con el compromiso de no andar difundiendo a los cuatro vientos los pecados de los pueblerinos
Nadie decía el porqué de las muchas separaciones de las parejas, pues el bochorno de confesar los cuernos disfrazaba las verdades.
Asì muchos hombres volvieron a vivir con sus madres, mirando de reojo a sus hijos, tratando de buscar un parecido con ellos que les devolviera la certidumbre de su paternidad.
Y que contarles de aquella mañana en el mercado, cuando se agarraron de los pelos la Coca con la porteña que había cometido la imprudencia de confesarse con una de las delegadas del padrecito ,delatando en ese acto sus amores con el novio de la Coca.
Pero todo llegó al climax cuando la Matilde, a la que las malas lenguas llamaban “la sacristana”, temerosa de continuar con su pesada mochila de pecados y, no llegar a obtener la absolución con unos cuantos avemarías y caminatas de rodillas hasta el altar, no tuvo mejor idea que confesarse con la bizca del limosnero que le tenía unos celos rayanos a la locura por no obtener los favores carnales del cura.
Lo del Giuseppe no tuvo tanto drama, pues lo que era uno de los mayores benefactores de la parroquia, de antemano se le perdonó su desliz de intento de engañar a su mujer con una de las jóvenes catequistas, que al final no se concretó pues la aludida lo mandó al demonio, con perdón de la palabra.
Asì muchos de los llamados traga hostias y caga diablos como reza el refrán, fueron objeto de miradas socarronas y risitas de parte de los non santos que hasta el momento eran los destinatarios de la repulsa de los primeros.
.Los pecadillos más leves no tuvieron relevancia ni provocaron que las confesoras los distribuyeran gratuitamente; así fue que el carnicero siguió robando gramos en cada pesada de puchero y bifes, el verdulero intercalando fruta podrida entre la buena, el cajero del banco siguió guardándose algunos dinerillos que les escamoteaba a los viejitos de corta vista al pagarles la jubilación, la señora de la calle Becerra continuò barriendo la basura de su vereda a la de su vecina y no me alcanzarían estas hojas para seguir relatando algunas malas costumbres de los pueblerinos.
El transcurrir de los días consiguió ir aplacando las furias desatadas con el asunto malhadado de las famosas confesiones, nadie podía tirar la primera piedra y así los maridos regresaron a sus hogares, Giuseppe volvió a pasear con su esposa tomados de la mano en la ronda dominguera de la plaza. La Matilde se cuidó de ejercer sus actividades extra sacristanas con suma discreción, las matronas confesoras regresaron a sus antiguos puestos y el cura retornó a ejercer su puesto de confesor, pero ya sin tanta penitencia y severidad.
La iglesia de a poco fue recuperando a la feligresía que se había alejado hacia otras doctrinas, pues comprendieron en realidad la esencia del PERDÓN DE LOS PECADOS.
martes, 31 de octubre de 2017
LA TIA ISABELITA
La
tía Isabelita
Frío
en la ciudad colándose por rendijas de puertas y ventanas. La vieja casona
respira su invierno en los pulmones de
la vieja tía que deambula su ruido de chancletas entre los desolados macetones
del patio.
El
crujido de Infantiles pisadas deja sus huellas sobre la alfombra de hojas
doradas, mientras la anciana busca la vista ciudadana tras los amarillentos
visillos de voile
.-
Adiòs, tía Isabelita.- la saludan los niños en rito mañanero
La
sonrisa alisa las arrugas del viejo rostro que se propone regresar al encuentro de la vida
Las
puertas abiertas del antiguo ropero tosen polillas y recuerdos.
El
chal color naranja de motitas marrones, está ahí esperando cobijar con su
tibieza la otrora grácil silueta
Oculto
bajo el chal reluce el plateado del cofre que al caer se abre cual caja de Pandora , echando a los aires las cartas
del amor perdido de la joven que no
había logrado huir de esta vieja casona convertida en cárcel por mandato materno, hace tantos años
La
temblorosa mano sostiene el mate que burbujea susurros de amargura hasta que en gesto de impotente adiós, es
estrellado contra la pared del dormitorio
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POSTALES
POSTALES
Vuela
la paja brava envuelta en remolinos de vientos pampeanos. En la tierra agrietada del camino real se visualiza
un mapa delimitando sueños a seguir en su trazado caprichoso
Inmensidad
de campos asolados, negras nubes de langostas hieden el aire sedientas de
lujuria destructiva
Y
el grito de angustia se expande en un paisaje que va trocando sus verdes en
grises ante el paso de la horda de insectos malolientes
Polvorientas
alpargatas, negros los pañuelos cubriendo cabellos desteñidos, manos surcadas
de tiempo participando en la desigual batalla.
El
enemigo va devorando sueños de doradas
espigas abortando el pan de la mesa campesina.
Va
cayendo la tarde en la colonia, furia y llanto, sudores resbalándose en la
geografía de los curtidos rostros
Gira
la calesita de sueños adelantando tiempos y van entrelazándose pieles cobrizas y gringas en comunión infantil
Ronda
de niños que cuando renazca la tierra avasallada, volverán a buscar las
florcitas de nomeolvides, de verbena y a jugar al escondite en el celeste de
los florecidos linos
ZAGUANES
ZAGUANES
Cual bocas sedientas se abren con música de
oxidados gonces dejando entrar misterios
y recuerdos
Zaguanes
de ciudad antigua testigos de romances
guardando épocas de rondas en la
plaza, de collares de perlas.
Espías
de charlas vecinales mecidas en sillones
de mimbre que descansaban en las anchas veredas , bajo el perfume de las
nochecitas veraniegas.
Negros mastines protegen dos figuras matriarcales; una meciendo a la
niña. Ésta guarda esa imagen que acompaña sus miedos mientras se van espaciando
las visiones con los años.
Períodos
de tiempo de olvido borraron a los perros, al sonido de las botas aterrorizando
la calma de las calles, al dulzón aroma de las madreselvas y al femenino
taconeo de las tías visitando a la abuela.
Remolinos
de angustia y miedos envuelven en su girar a los perros de la pesadilla .y los
transporta ya no más el zaguán, sino al
jardín abandonado que se resiste a perecer entre invasores yuyos.
El
jadeo que repiqueteaba en sus oídos despertándola con el corazón palpitante se
había diluido en el transcurso de los años, de las épocas, de los recuerdos.
Los
mastines, comprende ahora, eran los guardianes de una época cuyo recuerdo serviría de respaldo y fortaleza a este
presente que cual jardín abandonado volvería a florecer.
LA NUEVA CASA
LA NUEVA CASA
La
estaba esperando, guardando la tibieza de los soles del este que marcaban su
rumbo entre los cristales del dormitorio.
Allá
en Piedra Blanca comenzó silenciosa la despedida. Fue cuando las rosas se
tornaron negras al tiempo en que los cerros
se iban desdibujando en el horizonte.
El
arroyo ya no acariciaba los atardeceres con fluires juguetones; se detenía en
una nada de piedras temiendo la llegada de la noche, donde ya no brillaría el
cuarzo pues la luna también había huido de Piedra Blanca.
La
luminaria mortecina de la calle, como un recuerdo presagioso en la última
visión de su noche;
La negra volanta desbocada bajo esa misma luz que sudaba un fuerte olor a miedo en
el Martín de las Escobas de la década del 40.
Ahora
todo se enmarca en la silueta de los cerros comechingones, la arboleda
perfilándose en la noche…..
No
recuerda en cambio el telón de fondo de aquel accidente del pasado, todo era
negrura; la volanta, el cielo sin estrellas, los ropajes de los espectadores. Sólo
la misma luz rojiza rodeada por un halo pegajoso de gotas daba color al
recuerdo.
Aún
los cerros convertidos en cárcel la rodeaban, pero ya se iba acortando el
camino hacia la huida.
Elegía
las calles pedregosas al dirigirse a la plaza, tratando de situarse en otra época
de pueblos olvidados.
Suspira
el seco viento del norte mientras va arrastrando el pasado hacia otros cielos.
Ella
la esperaba tan tibia como un nido. Sería su reposo antes de partir hacia otros
sueños.
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