EL HOMBRE DEL CHAT
Fueron las ultimas gotas de perfume importado, que había
reservado para alguna ocasión que pudiera presentarse conveniente .Al
envolverse en su aroma, siempre se sentía tan reconfortada, que su imagen
cambiaba, haciendo que todos los que la
rodeaban se dieran cuenta al instante.
Por eso, lectoras amigas, cuando estén bajoneadas por esas
múltiples particularidades, que padecemos las mujeres, no duden en invertir en
un buen perfume. Remienden alguna media agujereada de los niños, en vez de
correr a adquirir un par de marca para los “pobrecitos”. Pongan en la mesa un
apetecible plato de hígado, ajos incorporados y bañado con jugo de limón
Hacedles creer que es la última moda en Mac. Donald u otra aberración parecida.
Tendrá ante su vista, narices fruncidas
y podrá oír expresiones que parecerá que una invasión de bulimia invade, de
pronto vuestra mesa. Pero, no os
amedrentéis, estimadas congéneres. Los
niños no morirán, por un almuerzo no consumido y usted ganará esa seguridad
femenina, que ya hace tiempo puede haber perdido. Camine hasta su trabajo, abandonando el taxi, aunque el
callito del dedo meñique la torture y sonría. Ponga en uso su tarjeta de
crédito y rehúsese a comprar las toallas nuevas, que precisa reponer, porque
los niños las dejan tiradas, después de bañarse, en vez de colgarlas para que
sirvan para otra vez.
Así, querida y sacrificada dama, podrá comprar su esencia
preferida en cómodas cuotas mensuales, arroje el sentimiento de culpa que ya la
está envolviendo y piense, que si usted está bien, los suyos lo estarán
también, con el cambio de su humor.
Estos eran los pensamientos de Raquel cuando ponía perfume
detrás de sus orejas, antes de bajarse del ómnibus, que la traía desde el
interior, en la estación de Retiro.
Ahí tendría que estar esperándola, supuestamente, Enrique, relación que se había
iniciado, medio Chat, y que pareciera augurar el buen comienzo de algo.
No se conocían pero era seguro que de estar , lo habría
encontrado en la plataforma. haciendo tiempo y esperando. Comenzó a fijarse en
cuanto hombre solo, pareciera estar buscando algo. Los que veía no le agradaban
de ningún modo.
En eso lo vio entrar
por la puerta de la sala de espera, se ayudaba para caminar, con un bastón
anaranjado, sus piernas endebles temblaban a cada paso. Sus ojos, eran tan
tristes………..sus manos blancas y heladas por el frío, parecían esperar el calor
de otras .Estaba preparada para algo
así, aunque la verdad que relatara Enrique, era otra muy distinta; sabía que
cuando una persona va en busca de una ilusión, no escatima los medios para
alcanzarla y no miente, sólo sueña y pide que se haga realidad.
Jamás pasó por su cabeza, la idea de evadir el encuentro. Ahí
estaba y afrontaría la situación, si esa persona era Enrique, ella cambiaría su
sueño y le brindaría su amistad, su apoyo, tratando que él no se sintiera tan
mal.
Se acercó al hombrecito de barba y bigotes, mostrando su
mochila colorida, que era la manera de identificarse. El mismo, parado delante
de ella, no la miró siquiera, siguió con su mirada ansiosa buscando tal vez
otros ojos, otras manos, otros sueños. Raquel, para no herirlo más, continuó su
camino hasta la salida de la Terminal de Ómnibus.
Bajó la rampa, buscando todavía a Enrique, conservando una
esperanza. Pero, los hombres con que se cruzaba , no le atraían de ningún
modo.. Sacó, entonces su mejor sonrisa del bolsillo y continuó su camino. La
feria de los “bolitas” mostraba su colorido de prendas, era escasa la
concurrencia, sólo algunos distraídos viajeros que se encaminaban a sus
destinos, con rostros serios y preocupados. Es
tal vez la manera que tenemos los
argentinos, de transitar las calles. Como si esa fuera una máscara que
escondiera nuestras emociones, defendiendo así, nuestra intimidad ante los extraños.
Escuadras de policías uniformados, ensayaban su rutina,
marcando el paso por la Avda. de Mayo, pero ésta, semi-vacía le permitió
sumergirse tranquila en el aroma del invierno porteño, disfrutando en ese
anonimato los sueños de aventura que ricamente continuaban alimentando su vida.
Frente al Congreso, las
vallas, que lo circundaban, le hicieron presumir alguna manifestación,
las cuales, en ese año del 2005, ya eran parte del folklore de la ciudad. Un
grupo de turistas, jubilados, seguían a la coordinadora, que los guiaba entre
el laberinto de calles y parapetos .Se
unió al grupo por si acaso, pero el sol
entibiaba afortunadamente a
corredores de una maratón, que se acercaban a la meta entre el entusiasta aplauso de familias,
con sus niños en upa, que alentaban la naturaleza viviente en las piernas de
los atletas.
Su último lujo de ese día, fue encaminarse hacia el subte de
Florida y Diagonal Norte y viajar en la soledad placentera del domingo,
hasta su otro destino.
Detrás quedaba el
sueño del hombre del Chat.
B. Susana Galván
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