LA VENGANZA DE LA BUENA LUNA.
Correteaba o acaso lo
estaba intentando desde hace bastante tiempo, el mismo que hizo crecer cada vez
más al álamo obstaculizando la vista de los cerros. Primero me fastidió esa barrera que me
impedía ver el interior de la casa; reconozco que soy curiosa pero sepan que a
veces suelo aburrirme y entonces comienzo a hacer picardías. Picardías
lunáticas vamos a llamarlas así, para no caer en aquello de lo sobrenatural y
tal vez al aullido de los lobos que dicen se transforman con mi luz de luna
llena. Siempre hay algo de que culparme y en realidad no me interesa un ápice
la superstición pueblerina.
Volvamos entonces al
álamo y a la casa de mi tema. Cuando el frío hacía florecer las llamas que
escapaban de la chimenea hacia el cielo y la noche apagaba los ruidos del
tránsito, podía oír la música que iba formando la conjunción del fuego y de
alguna hoja distraída que se resistía a posarse en el suelo, continuando esa danza solitaria inspirada en los sueños de esos seres no terrestres que se
resisten a abandonar los lugares de los que fueron amos siglos atrás.
Así entonces al
chocar cada vez más en mis correrías con el fastidioso álamo, me di cuenta que
iban cambiando mis sentimientos hacia
él. Ahora buscaba acercarme de a poco lanzándole un pequeño guiño parpadeante
para hacerle notar que ahí estaba yo muy cerca noche a noche acompañándolo.
Tardó bastante en
verdad en percatarse de mis avances románticos más al tiempo noté que siempre
aprovechaba el giro de algún vientecillo nocturno para estirar sus ramas y acariciarme
con ellas.
Oh!! Yo era tan feliz
que hasta me olvidaba de hacer esas travesuras cotidianas que me rescataban del
aburrimiento de ser una luna buena, desmitificando fantasías, pues si éstas fueran verdad sería
la luna de sangre inspiradora de
alucinaciones, crímenes y transformaciones maléficas, pero yo no lo era. Sólo
que a veces me escondía entre las nubes obscureciendo la noche serrana y eso no
era tan trágico a mi entender.
Todo esto fue hasta
la noche de la gran tormenta en que las furias abatieron a mi amante
convirtiéndolo en futura leña de salamandras.
Ahora no soy más la
buena luna que iluminara paisajes de poesía y jugaba al escondite con las
nubes.
Soy la luna de los
malos presagios que invade los sueños de la villa tiñéndolos de sangre y de
aullidos de lobos cuando me convierto en luna llena
Ya la casa, que con
sus luces y música solía acariciarme en
los dorados tiempos de mi romance con el álamo, se convirtió en mi enemiga al
percibir que el crepitar del fuego de la
chimenea elevado hacia el cielo iba
acompañado de los gemidos de mi
amante ya convertido en leña.
Entonces convertía
mis rayos lunares en pesadillas que se filtraban entre sus paredes
poblándola de aullantes fantasmas de
venganza.