jueves, 28 de julio de 2016

EL HOMBRE DEL CHAT

EL HOMBRE DEL CHAT
Fueron las ultimas gotas de perfume importado, que había reservado para alguna ocasión que pudiera presentarse conveniente .Al envolverse en su aroma, siempre se sentía tan reconfortada, que su imagen cambiaba, haciendo  que todos los que la rodeaban se dieran cuenta al instante.
Por eso, lectoras amigas, cuando estén bajoneadas por esas múltiples particularidades, que padecemos las mujeres, no duden en invertir en un buen perfume. Remienden alguna media agujereada de los niños, en vez de correr a adquirir un par de marca para los “pobrecitos”. Pongan en la mesa un apetecible plato de hígado, ajos incorporados y bañado con jugo de limón Hacedles creer que es la última moda en Mac. Donald u otra aberración parecida. Tendrá ante su vista, narices  fruncidas y podrá oír expresiones que parecerá que una invasión de bulimia invade, de pronto   vuestra mesa. Pero, no os amedrentéis, estimadas  congéneres. Los niños no morirán, por un almuerzo no consumido y usted ganará esa seguridad femenina, que ya hace tiempo puede haber perdido. Camine hasta  su trabajo, abandonando el taxi, aunque el callito del dedo meñique la torture y sonría. Ponga en uso su tarjeta de crédito y rehúsese a comprar las toallas nuevas, que precisa reponer, porque los niños las dejan tiradas, después de bañarse, en vez de colgarlas para que sirvan para otra vez.
Así, querida y sacrificada dama, podrá comprar su esencia preferida en cómodas cuotas mensuales, arroje el sentimiento de culpa que ya la está envolviendo y piense, que si usted está bien, los suyos lo estarán también, con el cambio de su humor.
Estos eran los pensamientos de Raquel cuando ponía perfume detrás de sus orejas, antes de bajarse del ómnibus, que la traía desde el interior, en la estación de Retiro.
Ahí tendría que estar esperándola,  supuestamente, Enrique, relación que se había iniciado, medio Chat, y que pareciera augurar el buen comienzo de algo.
No se conocían pero era seguro que de estar , lo habría encontrado en la plataforma. haciendo tiempo y esperando. Comenzó a fijarse en cuanto hombre solo, pareciera estar buscando algo. Los que veía no le agradaban de ningún modo.
En eso lo  vio entrar por la puerta de la sala de espera, se ayudaba para caminar, con un bastón anaranjado, sus piernas endebles temblaban a cada paso. Sus ojos, eran tan tristes………..sus manos blancas y heladas por el frío, parecían esperar el calor de otras .Estaba  preparada para algo así, aunque la verdad que relatara Enrique, era otra muy distinta; sabía que cuando una persona va en busca de una ilusión, no escatima los medios para alcanzarla y no miente, sólo sueña y pide que se haga realidad.
Jamás pasó por su cabeza, la idea de evadir el encuentro. Ahí estaba y afrontaría la situación, si esa persona era Enrique, ella cambiaría su sueño y le brindaría su amistad, su apoyo, tratando que él no se sintiera tan mal.
Se acercó al hombrecito de barba y bigotes, mostrando su mochila colorida, que era la manera de identificarse. El mismo, parado delante de ella, no la miró siquiera, siguió con su mirada ansiosa buscando tal vez otros ojos, otras manos, otros sueños. Raquel, para no herirlo más, continuó su camino hasta la salida de la Terminal de Ómnibus.
Bajó la rampa, buscando todavía a Enrique, conservando una esperanza. Pero, los hombres con que se cruzaba , no le atraían de ningún modo.. Sacó, entonces su mejor sonrisa del bolsillo y continuó su camino. La feria de los “bolitas” mostraba su colorido de prendas, era escasa la concurrencia, sólo algunos distraídos viajeros que se encaminaban a sus destinos, con rostros serios y preocupados. Es  tal vez la  manera que tenemos los argentinos, de transitar las calles. Como si esa fuera una máscara que escondiera nuestras emociones, defendiendo así, nuestra intimidad  ante los extraños.
Escuadras de policías uniformados, ensayaban su rutina, marcando el paso por la Avda. de Mayo, pero ésta, semi-vacía le permitió sumergirse tranquila en el aroma del invierno porteño, disfrutando en ese anonimato los sueños de aventura que ricamente continuaban alimentando su vida.
Frente al Congreso, las  vallas, que lo circundaban, le hicieron presumir alguna manifestación, las cuales, en ese año del 2005, ya eran parte del folklore de la ciudad. Un grupo de turistas, jubilados, seguían a la coordinadora, que los guiaba entre el laberinto de calles y  parapetos .Se unió al grupo por si acaso, pero el sol  entibiaba  afortunadamente a corredores de una maratón, que se acercaban a la  meta entre el entusiasta aplauso de familias, con sus niños en upa, que alentaban la naturaleza viviente en las piernas de los atletas.
Su último lujo de ese día, fue encaminarse hacia el subte de Florida y Diagonal Norte y viajar en la soledad placentera del domingo, hasta  su otro destino.
Detrás quedaba  el sueño del hombre del Chat.
B. Susana Galván